«El árbol no nos deja ver el bosque»
La condición bajo la cual la naturaleza se construye resulta tan sorprendente como inverosímil. Algo sencillamente fascinante, increíble, mágico… No hay palabras. A primera vista parece caótica, si miras con más detenimiento verás el orden. Si excluyes una de sus partes puede volver a aparecer el caos, un caos formado por partes ordenadas. Sea cual sea la escala en la que nos coloquemos veremos a la naturaleza actuar como un sistema muy particular: un elemento se relaciona con otro de un modo caótico, pero cuando observamos el conjunto de distintos elementos surge el orden. Podemos observar este conjunto como un solo elemento, ampliar la escala, y seguir observando caos y orden, caos y orden. En todas direcciones.
Diréis “no entiendo nada ¿Qué hacemos? ¿Ordenamos la naturaleza? ¿La desordenamos? ¿Está bien pues que el ser humano convierta en caos todo lo que toca?” Es comprensible que surjan estas cuestiones: ¡por eso está construida así!
Mi opinión es que lo mejor es no hacer nada, solo observar (es muy difícil no hacer nada, es mucho más difícil no hacer nada que hacer cualquier otra cosa).
“Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor”.
Albert Einstein.
Sí, nunca podremos dejar de interactuar, pero si podremos dedicar más tiempo a observar, antes y después de hacerlo. Pocas veces meditamos sobre las consecuencias de lo que hacemos. Menos aún sobre las causas de lo que nos acontece. ¿Por qué habrían de tener explicación? Pues bien, las explicaciones aparecen cuando comenzamos a contemplar la naturaleza. A contemplarla profundamente, en todas sus formas, entonces comenzarán a aparecer patrones.
En efecto, la naturaleza conoce las matemáticas, la geometría, la música. Aunque no podamos comprender sus leyes, tal vez si que podamos escuchar las distintas escalas y reconocer sus sagradas formas. Bien sea a partir de formas sencillas (como una esférica gota de agua) o a partir de complejos fractales (como la copa de un árbol), toda la naturaleza esta construida siguiendo algún patrón. Las moléculas de agua forman un sencillo triangulo y las estrellas de nuestra galaxia forman una inconmensurable espiral.
Quien entiende las formas y diseños de la naturaleza entiende la vida. Tanto lo bueno como lo malo. Es capaz de disfrutar de los pequeños detalles, de valorar lo pequeño como algo grande o empequeñecer lo enorme, a voluntad. Magos y adivinos no son sino sabios que han reconocido patrones y ciclos en la naturaleza de todas las cosas.
Cuando construimos nuestros entornos siguiendo las líneas que la naturaleza nos marca, realizamos al mismo tiempo un ejercicio de humildad y de maestría, aceptando las leyes de la naturaleza y aplicando nuestro ingenio para integrar en ella nuestras necesidades. De este modo los espacios creados armonizan belleza y funcionalidad.
“Donde hay patrón no manda marinero”.
De modo que ya sabes, observa los patrones de la naturaleza y reprodúcelos por doquier. Utilízalos como base para tus diseños y luego concreta cada parte.
El ejemplo más clásico son las huertas con forma de espiral. La belleza, la divina proporción y las energías cósmicas se concentran en las verduras que comeremos. Para ello, elige tu centro (coloca aquí una buena dosis de energía) y parte desde aquí llevando la proporción áurea cada vez más lejos. Marca el patrón sobre el terreno y pasa a los detalles. No tienes por que cavar todos los bancales en el primer momento, poco a poco, incluso durante varios años, puedes ir concretando los detalles: a este lado perennes, a este otro lado verduras de temporada, en este bancal primará un color, aquí ha salido un árbol que habrá que dejar crecer… Una vez creado nuestro patrón la naturaleza, el tiempo, los acontecimientos y nuestra capacidad nos irán guiando en los detalles.
“El espíritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral”.
Goethe
Podemos llevar este concepto aún más lejos. Rompamos con nuestra sociedad de cabezas cuadradas: la tela de una araña, los pétalos de una flor, los nervios de una hoja; triángulos en domos, mosaicos en paredes y caminos, la casa en forma de culebra, el bosque en forma de águila, las ventanas pueden adquirir el patrón de la piel del jaguar con los vivos colores del colibrí. No existen límites, cuanta más naturaleza tengamos a nuestro alrededor mayor comprensión adquiriremos. Veremos con más detalle, reconoceremos más patrones, aplicándolos una y otra vez; durante generaciones.
Nuestra civilización entrará entonces en una nueva espiral, muy distinta a la actual. Comenzaremos a estar en el lado natural de las cosas, a funcionar, a evolucionar. No será el fin de los problemas, ni la felicidad absoluta, sencillamente formaremos parte de un sistema ordenado capaz de equilibrar por si mismo nuestro pequeño caos particular.