“Dejemos que la naturaleza siga su curso”
La naturaleza no crece ni decrece, solo evoluciona. Sus ciclos se crean y destruyen constantemente y con cada nuevo periodo sus sistemas se renuevan. Sus recursos no se pierden, siempre continúan a disposición. Los recursos vitales siempre son abundantes, por que sus ciclos son relativamente cortos. El agua, nuestro líquido elemento, nunca deja de moverse, acelerando todos los procesos que tienen que ver con la vida. La vida y muerte de animales y plantas conlleva un ciclo algo más largo; más largo aún la creación y destrucción de minerales y rocas. El Sol y nosotros con él, giramos alrededor de la galaxia en un ciclo sideral.
Caminamos sobre una finísima capa de suelo fértil y surcamos mares llenos de vida: la biosfera; cuanto más nos acerquemos a ella, más rápidos se vuelven los procesos de la naturaleza.
Siempre me ha resultado curioso el que el ser humano tenga que excavar en las profundidades de la tierra para encontrar los recursos que hoy por hoy mantienen a nuestra civilización (carbón, petróleo, uranio, gas, etc.); como si la propia conciencia de nuestro planeta hubiese ya visto el peligro en ellos y los hubiese escondido. Como una protectora madre que esconde una caja de bombones a sus hijos. Si el niño la encuentra, los comerá todos sin dudar. Luego le dolerá la tripa.
“La avaricia rompe el saco”. Refrán.
Nuestra civilización es ahora como el niño que empieza a caminar, abriendo puertas y cajones en busca de galletas y dulces, montando un estropicio en la cocina. En su inconsciencia, no reparará en la cesta de fruta que siempre está abundante sobre la mesa, pues aún no ha aprendido que es lo bueno para su salud.
Ha llegado el momento de perder el miedo, dejar de andar a gatas y comenzar a caminar. No tenemos nada que temer. Por primera vez en la historia lo tenemos todo a nuestra disposición: tenemos los conocimientos, tenemos las herramientas, tenemos la capacidad… solo nos falta la voluntad.
Debemos ser cada día más valientes. Solo así proseguiremos con nuestra evolución. Abriendo los ojos bien abiertos, observando todos los recursos que la naturaleza nos brinda y observando el daño infligido, sin apartar la mirada.
Bien, concretemos: toda nuestra electricidad podría provenir de fuentes renovables, eso esta claro; quizá solo se nos pida a cambio exprimir las naranjas a mano o poner la lavadora al mediodía (yo solo veo ventajas).
“La máquina ha venido a calentar el estómago del hombre pero ha enfriado su corazón”. Miguel Delibes.
Quienes hemos peregrinado (no importa donde) sabemos hasta donde es capaz de llegar una persona sirviéndose únicamente de su propia fortaleza para caminar. La naturaleza nos dio piernas, no lo olvidemos. Y ya nuestros antepasados fueron capaces de domesticar maravillosas bestias sobre las que cabalgar grandes distancias. No digo con esto que nos volvamos todos jinetes, solo son ejemplos de lo que tenemos. Si levantáramos el egoísmo que clausura nuestros sistemas de patentes, veríamos aún más herramientas con que la humanidad cuenta.
A poco que comprendamos, podremos sanar casi todas nuestras dolencias con las plantas que arrancamos de nuestros campos. Éstos, no sólo nos darán pan, aceite y vino, sino innumerables frutas, cereales de todo tipo, verduras de las que jamás escuchaste hablar. Nuestros animales pastarán en libertad, creciendo fuertes, sanos y felices.
Exuberantes bosques nos proporcionarán leña, caza, pesca, setas, aún más medicinas, aire puro e inspiración.
Aprovecharemos al 100% cada gota de lluvia; la beberemos, limpiará nuestros cuerpos y regará nuestros jardines. Frutas y verduras crecerán en los parques y avenidas de nuevas ciudades limpias y ordenadas, dedicadas al arte, la cultura, los juegos, el aprendizaje y el ocio. La bioconstrucción y la biotecnología nos brindarán casas, espacios y edificios con los que hoy solo podemos imaginar.
Nuestra inteligencia y habilidad nos llevará a emplear todos y cada uno de los recursos que la naturaleza nos brinde: las lombrices ararán y fertilizarán nuestros campos, los propios microorganismos controlarán las plagas, la fuerza del agua moverá nuestra industria, las abejas polinizarán las flores, nuestras selvas regularán el clima y nuestros mares albergarán más vida de la que podamos concebir.
Tan solo necesitamos poner en movimiento los recursos más naturales de que disponemos: nuestra mente y nuestras dos manitas (y las dos sirven), tanto la izquierda como la derecha.