Principio 10: Usar y valorar la biodiversidad

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“No pongas todos tus huevos en la misma cesta”.

No se a ustedes, pero a mi lo monótono me resulta feo, me aburre. Me gustan las mezclas, la disparidad, la variación, lo diferente. A la naturaleza también le gusta. Cuando observamos sus entorno no vemos una única especie de planta o animal, sino un conjunto de seres que se complementan, que ocupan todos los espacios posibles, llevando a cabo muy diferentes roles, adaptándose a las condiciones del lugar y haciéndolo día a día más habitable.

Lo diverso y complejo nos otorga un mayor conocimiento, cuanto mayor y más diverso sea el conocimiento que poseemos sobre el medio que habitamos en mejores circunstancias nos encontraremos para sobrevivir en él. Además disfrutaremos de un lugar variado en el que vivir, con la alegría de aves diferentes, los sabores de distintos frutos y distintos tonos en el follaje del bosque. El paraíso no tenía solo pinos.

    “La uniformidad es la muerte; la diversidad es la vida”.

Mijail Bakunin.

Mi tierra natal esta conformada casi íntegramente por el que sería uno de los mayores viñedos del mundo. Los agricultores necesitan destinar cada año enormes cantidades de recursos (químicos y energéticos) a paliar los desequilibrios que el monocultivo de la vid provoca sobre las cosechas. El equilibrio se ha perdido, provocando cada vez plagas más duras y difíciles de controlar; plagas que afectarán indistintamente a todas las viñas, sin importar la variedad o el modo de cultivo. La agroeconomía de la zona se lo juega todo a una carta: si el año es malo la economía de la región se deprime; si por el contrario se da un año muy bueno (hace unos años la cosecha llegó a desbordar la capacidad de almacenaje de bodegas y cooperativas) los precios se vuelven ridículos. En los últimos años todo se ha mecanizado; la tradición, las sensaciones, lo humano de la cosecha, se esta perdiendo.

Entre las viñas aún quedan algunas tierras de cultivos de secano: cereales, ajo, legumbres (en raras ocasiones), alemdros y olivos. Ahora se esta introduciendo el pistacho (también como monocultivo). En cualquier caso, el número de cultivos diferentes puede contarse con los dedos de las manos. Más allá del desequilibrio biológico, esto pone a los agricultores en una situación muy desprotegida, estando obligados a aceptar los precios del mercado o a perder la cosecha, manejando márgenes de beneficios que, si no fuese por subvenciones, ayudas y aseguradoras ni siquiera cubrirían gastos.

Pero el vino y el aceite siguen siendo caros en el supermercado (ya sabéis, esos almacenes donde se encuentran alimentos producidos por monocultivos en diferentes lugares del mundo). Basamos nuestros beneficios en la exportación y nuestro consumo en la importación. Obviamente, el gasto energético (en petróleo) que esto conlleva es demencial. Y la historia se repite: en Alicante con los cítricos, en Murcia con los repollos, en Almería con los tomates y en Galicia con la leche. Lechugas de Francia, ternera de Alemania, judías de Marruecos, patatas de Israel, algodón estadounidense, garbanzos mexicanos… todos podrían provenir de la península Ibérica.

“Mientras el tímido reflexiona, el valiente va, triunfa y vuelve”.

Todo agricultor tiene el poder de sembrar en su tierra lo que a él le de la gana. Lo único que ha de hacer es tener el valor de asumir los riesgos. Vamos, empecemos poco a poco. Introduzcamos no una sino dos especies nuevas, reduzcamos un poquito el número de pasadas de arado, probemos a plantar algunos árboles más entre las hileras de olivos o un romero en lugar de reponer una vid. Son solo pequeños cambios, que apenas si tendrán efecto, pero que irán generando una nueva visión.

Regresemos a lo básico, cuando era niño estudié en el colegio las cadenas y redes tróficas: hierba >> conejo >> zorro (cadena trófica básica). Bien, si en esta cadena básica quitamos el zorro y cambiamos la hierba por viñas ¿Qué tenemos? ¡Conejos comiendo viñas sin control! Ahora veo que pintan los sarmientos con pintura roja que, vaticino sin lugar a dudas, desembocará en un nuevo problema aún peor.

Todo por no respetar la dinámica natural, por nuestro conformismo a la hora de aprender a trabajar. Por no aceptar la diversidad que puebla el mundo. Construyamos algunas cuevas artificiales en donde los zorros puedan criar, respetemos parte de esas hierbas que tanto parecen molestarnos.

Los permacultores tenemos el deber de revertir este y otros desequilibrios, favoreciendo en los espacios que diseñemos la vida, en todas sus formas y colores.

Lo que haremos para ello será integrar en nuestro paisaje el mayor número de elementos favorecedores de la biodiversidad que podamos, atendiendo no solo a su relación con uno o varios animales o plantas, sino también a su relación con otros elementos y procurando que la funcionalidad y la belleza destaque por encima de todo. La propia naturaleza nos ayudará entonces a ampliar nuestra percepción sobre ella.

«No tienes un problema de caracoles, sino un problema de patos».

Bill Mollison.

Podemos incluir una charca o estanque que sostenga vida acuática y atraiga vida anfibia, un gran árbol caduco al sur evitara la evaporación en verano y mantendrá la temperatura del agua, unas casas nido colgadas sobre el árbol atraerán pájaros a nuestro paisaje, un comedero para pájaros delante de la ventana de casa atraerá a estos enriqueciendo las vistas, si entre estos dos espacios ubicamos el huerto, los pájaros lo sobrevolarán habitualmente cazando insectos a su paso, si en el huerto construimos madrigueras para erizos estos controlarán los caracoles que se comen las berzas, las grandes hojas de las berzas crearán un microclima bajo el que podremos cultivar fresas, los ajos junto a las fresas las protegen de algunos insectos, aunque también podemos crear refugios de insectos que, como las mariquitas, coman los pulgones de los frutales, dejando correr las gallinas bajo los frutales también los protegen de insectos y aprovecharán la fruta caída, ganaremos diversidad y funcionalidad si mezclamos ocas y patos con nuestras gallinas, la gallinaza de estos ayudará a que nuestras calabazas se hagan enormes, una enorme calabaza cortada en forma de cara atraerá a los niños la noche de Hallowen, el ambiente natural y la ausencia de luz artificial les permitirá ver la constelación de Las Pléyades, que en esta noche alcanza su cenit en el firmamento y, dependiendo del número de estrellas de esta constelación que sean capaces contar, sabrán si tienen o no buena vista.

Toda la vida se conecta entre sí de uno u otro modo y es precisamente en esa unión donde reside la clave para comprenderla.

Estamos rodeados de belleza pero nuestra mente solo se fija en lo más negativo de las cosas. Debemos esforzarnos, valorar más aquello que nos hace mejores. Nuestra sociedad ha alcanzado un logro que bien podría merecer el sacrificio ecológico: unir a todas las personas del mundo a través de una red de comunicación. Todo el conocimiento, todas las culturas, todo el arte, toda la gente. Todo nuestro mundo se ha conectado. Ahora solo nos toca decidir si caminaremos juntos o si seguiremos creando divisiones y fronteras tanto físicas como mentales.

“¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”.

Albert Einstein.

Es difícil y como todo en esta vida paradójico, pero: sólo trabajando para ti mismo lograrás ayudar a los demás; y solo pensando en los demás conseguirás sentirte satisfecho contigo mismo. La humanidad necesita a la naturaleza, en toda su magnitud y en todas sus formas, a nuestro lado para ayudarnos a comprender esta verdad. Comencemos a usar y valorar su biodiversidad lo antes posible, pues si llegamos al punto en que seamos incapaces de reconocer su valor… estaremos perdidos.

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