Principio 4: Aplicar Autorregulación y Retroalimentación

 

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“Las acciones de los padres afectan a los hijos hasta la séptima generación”

 

Lo que en un principio parecía ordenado puede convertirse en caótico si se nos escapa de las manos. Cuando diseñamos nuestro sistema debemos incluir en él métodos, actuaciones o tecnología que nos sirvan para hacer un análisis periódico del crecimiento descontrolado o desmedido. Del mismo modo, debemos establecer límites en nuestros sistemas de crecimiento si no queremos sobrecargar al sistema.

“El caracol sabe siempre hasta donde puede crecer”

La autorregulación puede implantarse a todos los niveles: desde la cantidad de azúcar que uno consume, hasta la cantidad de habitantes que una ciudad puede soportar; pero en mi opinión, debemos empezar sobre nosotros mismos.
Si construimos una casa para que en ella vivan cinco personas, seis personas podrán vivir, pero con incomodidad. Esto no significa que no podamos acoger a alguien en un momento dado, pero (y esto es difícil) habrá que reconocer los límites y no tener miedo de aplicarlos. Reconocer todos los límites en el momento inicial del diseño nos evitará terribles consecuencias, pues un ambiente caótico puede crecer y crecer hasta auto-destruirse. O destruir a quienes lo habitan.

“Quien todo lo quiere, todo lo pierde”.

La retroalimentación es un concepto que bien implementado puede hacer esta tarea sencilla, incluso casi automática.
Si tenemos un cañaveral en la parte húmeda de nuestra granja, sabemos que deberemos cortar cañas anualmente para evitar su proliferación desmedida. Podríamos marcar un día en el calendario para realizar esta labor (ej: 8 de Febrero > “Dia de ir de cañas”) y repetirla anualmente aunque no apreciemos ningún problema. Será más fácil que esperar al día en que nos enfrentemos con la jungla.
Así, podremos incluir mecanismos de autorregulación integrados en los mismos elementos que forman nuestro sistema.
La retroalimentación puede ser positiva o negativa: la autorregulación positiva aporta energía a un elemento que queremos potenciar; la autorregulación negativa por ende frena el crecimiento a un elemento que queremos limitar.

“No heredamos la tierra de nuestros ancestros, la tomamos prestada de nuestros hijos”. Proverbio nativo americano.

Si nuestra granja solo puede alimentar holgadamente a cinco personas, construimos nuestra casa con cinco habitaciones individuales, y dejamos para nuestros invitados el sofa-cama, la hamaca o un espacio para su tienda de campaña. Conseguimos así que sea más difícil llegar a la situación límite. Si queremos limitar el crecimiento del cañaveral lo trasladaremos a una zona con menor humedad. En la zona húmeda plantaremos conjuntos de plantas cuyos efectos queramos potenciar, como el huerto sinérgico o el bosque comestible. Si la leña escasea, el uso de la sierra de mano en lugar de la motosierra, limitará su consumo (y nos calentará dos veces). Si no sabemos que hacer con tanto libro, una estantería de “Libros Gratis” potenciará su repartición.
Todo molino eólico necesita de un sistema de frenado cuando el viento arrecia (RetroAl. -) y toda placa solar será más eficiente si destina parte de su energía en seguir el movimiento del Sol (RetroAl. +).
Concienciarnos de este principio es difícil. La sociedad nos anhela a tenerlo todo sin pensar en las consecuencias. Pero regulando lo que tenemos, sin que ello suponga un trauma, nos aportará más en el futuro y nos evitará otro tipo de traumas.
A toda la gente le gusta una buena trucha, pero si el río tiene abundancia de cangrejos y pocas truchas, el día que preparemos un rancho para amigos y vecinos cocinaremos caldereta de cangrejo y…

“el que quiera peces, que se moje el culo”.

 

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