Agricultura Regenerativa

La vida atrae a la vida. Los suelos fértiles, en los que la vida de las plantas puede desarrollarse con facilidad son los suelos vivos, aquellos en los que la materia orgánica en descomposición aporta una reserva continua de nutrientes al suelo.
La agricultura regenerativa es un sistema agrícola y ganadero que busca el restablecimiento de los suelos y su uso sin que decrezca la fertilidad.
Las técnicas agrícolas convencionales, en las que solo prima el beneficio económico han degradado nuestras tierras hasta hacerlas prácticamente inservibles. Los fertilizantes y plaguicidas químicos no solo han acabado con la biodiversidad en nuestros ecosistemas, sino también con la salud de nuestros cuerpos. La contaminación y la destrucción de los ecosistemas ha diezmado la biodiversidad de la que depende el equilibrio natural.  El futuro de nuestro planeta y de nuestra propia supervivencia depende de que seamos capaces de revertir este proceso.

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¿Como?
Lo principal será un cambio en nuestra mente. Observar la tierra que trabajamos con una nueva aptitud, más respetuosa, y estar siempre abiertos a nuevas ideas y propuestas. Esto es importante, pues si el mundo cambia y nosotros no cambiamos con él, estaremos condenados a la extinción.
Siempre que sea posible debemos de conservar la Estructura natural del suelo. Las raíces de las plantas evolucionaron de manera que pudiesen captar nutrientes de una y otra profundidad en función de sus necesidades específicas, terrenos y hábitats. La propia biología del suelo se encarga de mantener esta estructura. La gravedad hace que todo caiga al suelo (incluso el agua); una vez ahí un ejército de microorganismos, insectos, lombrices y hongos se encargan de la descomposición de la materia orgánica; así como de su distribución específica en las diferentes capas del suelo, de donde las plantas volverán a captarlos.
Debemos respetar este cíclico proceso natural.

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El laboreo, labrado o arado del suelo ha sido (y es) una práctica común en casi cualquier lugar del mundo. Sus principales ventajas son dos: en primer lugar eliminar la maleza, lo cual reduce la competencia para nuestros cultivos y permite un trabajo más cómodo. En segundo lugar, airear el suelo y homogeneizar los nutrientes de modo que la capa superior más fértil se mezcle y sus nutrientes estén a disposición de las raíces más profundas. Y ciertamente funciona, las plantas que crecen en suelos labrados producen en abundancia.
Pero el labrado solo funciona si se mantiene el nivel de fertilidad de la superficie. En estado natural este nivel superficial lo compone el humus y su creación depende de que sobre él haya materia orgánica descomponiéndose. Al arar eliminamos la materia vegetal (el alimento primario, luego alejamos también la materia de origen animal) y el acolchado natural que esta forma sobre el suelo al morir las plantas. El impacto directo de los rayos ultravioleta del Sol destruye la microbiología descomponedora del suelo. Por último el viento y la lluvia arrastran las partículas finas, asumibles por las plantas, hasta el mar. El resultado es un erial rocoso. Un desierto.

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Entonces, ¿por qué seguimos haciéndolo?
Por más lugares y agricultores que conozca, mi idea acerca de los motivos por los cuales se ara la tierra sigue siendo simple y llana: «Es lo que se hizo siempre y todo el mundo hace igual».
Esta anticuada idea esta más equivocada con cada nuevo día que pasa. Obviamente, el daño que una yunta de bueyes infligía al suelo a principios del siglo pasado era prácticamente nulo, más si se tiene en cuenta la escasa superficie que se cultivaba entonces. Pero la capacidad de destrucción de los modernos tractores supera con creces los mecanismos que la naturaleza tiene para restablecerse, al menos a nivel del suelo. Si a esto le sumamos la acción de los agroquímicos el daño ecológico se y los riesgos para la salud humana se multiplican exponencialmente.
Hemos perdido la conexión con la tierra que tenían nuestros ancestros y el respeto por ella. Como resultado hemos transformado nuestros bellos campos en mecanizadas fábricas.

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Arar tiene la misma raíz que árido, un terreno desértico en donde la vida prospera con mucha dificultad. Precisamente lo que debemos evitar, debemos potenciar suelos y ecosistema en donde abunde la vida. De este tema en concreto hablo con mayor profundidad en el apartado Técnicas de No-Laboreo, pero si tenemos labrar nuestros campos, pues pasarán décadas (o tal vez siglos) hasta que dominemos estas nuevas técnicas, procuraremos efectuar un labrado muy superficial con tractores poco pesados y evitaremos dejar la tierra desnuda, sobretodo en pleno verano y durante las heladas invernales.
Los tradicionales métodos de pastoreo del ganado, barbechos y rotación de cultivos constituyen métodos de probadísima eficacia para conservar un suelo fértil, han de ser sin duda la línea de salida para la práctica de otros métodos más innovadores.

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Otro concepto que debemos desterrar para siempre es el del monocultivo.
Una única planta extrae siempre los mismos nutrientes del suelo, siempre a la misma profundidad, sus restos aportan siempre lo mismo y alimenta siempre a los mismos animales, los que terminan por formar una plaga. Desequilibrio asegurado. Es bastante lógico ¿no? No nos alimentamos únicamente de lentejas, necesitamos variedad; del mismo modo que nosotros necesitamos variedad de alimentos la tierra necesita biodiversidad para mantener su salud. No debemos tener ningún miedo pues esta biodiversidad también nos otorgará diversidad de alimentos.
Debemos usar Técnicas de Policultivos, no solo los tradicionales cultivos rotativos, sino también cultivos asociados y sinérgicos. Reconociendo las bucólicas labores de los clásicos granjeros y hortelanos minifundistas como los métodos que mayor cantidad de productos y alimentos producen en una menor superficie; todos deberíamos agradecer y valorar su trabajo.

Y a partir de aquí más de lo mismo, seguir trabajando, innovando e investigando nuevas técnicas y métodos sostenibles y saludables. Primando siempre el respeto hacia la tierra y las personas.
Creo firmemente que el nuevo concepto de Bosque Comestible, como la rueda o la imprenta, marcará un antes y un después en la historia de la humanidad. Debemos crear tantos como nos sea posible.

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He hablado de animales, la fertilidad de la tierra pasa en grandísima medida por que sobre ella caminen animales que limiten el crecimiento vegetal a la par que lo abonen con sus excrementos y cadáveres. Este es el proceso natural de la vida, conocerlo y respetarlo forma parte de nuestro propio proceso vital. Los animales han de estar de un modo u otro incluidos en nuestro sistema (aunque solo se trate de microorganismos invisibles). Han de poblar la superficie de la tierra, a todas las alturas y niveles posibles. No merece la pena devanarse mucho los sesos a la hora de incluir fauna auxiliar: tan solo generar las condiciones favorables para ellos (el bosque, el matorral, la charca…) y ellos sabrán hacer el resto.

Una de las claves de la agricultura regenerativa consiste en comenzar trabajando en el nivel más básico: el microscópico. Profundizaré más en el tema Microorganismos y Simbiosis. Jamás sabremos con exactitud la cantidad de, y las especies de microorganismos que hemos extinguido de nuestros suelos en las últimas décadas. Estos microorganismos sobreviven en el humus y se reproducen bajo unas condiciones muy especiales de temperatura, humedad y alimento. En algunas zonas latifundistas, estos microorganismos sobreviven a duras penas en algunos reductos de monte y arboledas.
Debemos recuperar pequeñas porciones de humus cargado de estas bacterias y levaduras y reproducirlos en casa, es muy fácil.
Continuaremos también a mayor escala, generando condiciones, hábitats y construyendo refugios para la fauna útil. Del mismo modo que se construyen casitas para pájaros construiremos estanques para ranas, recovecos para serpientes, madrigueras de zorros, palomares y diversos refugios para una gran cantidad de insectos. Y potenciaremos la biodiversidad en los linderos de nuestros terrenos (Usar los bordes y valorar lo marginal).

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Si tenemos en cuenta que hoy por hoy nuestros suelos se hayan empobrecidos muy por debajo de lo normal, consideraremos muy apropiado cualquier aporte extra que podamos hacer a nuestras tierras. Fácil y básicos serían el compost (a partir de los desechos orgánicos de nuestra cocina, más restos de cosechas, podas, etc.), que aporta un buen humus y acidifica el suelo; y las cenizas y el hollín de nuestro hogar que aporta sales minerales y alcaliniza la tierra.

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Existen muchas formas de hacer compost, pero yo recomiendo el tipo bocashi (descarga aquí El ABC de la agricultura organica y harina de rocas. Jairo Restrepo), solo tendríamos que variar alguno de los ingredientes por otros que nos queden más a mano y probar hasta dar con nuestra receta ideal. Un excelente ingrediente que añadir a nuestro bocashi o directamente sobre nuestro suelo son los restos de las podas, triturados; si están dispuestos a invertir en una máquina tengan esto muy en cuenta.

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Acolchados de paja, hierbas, hojas de consuelda, etc. todo menos la tierra desnuda. Recuerden que una simple brizna de paja desencadena una revolución. Si vivimos cerca de la costa tal vez podamos recoger algas o posidonia así como finas conchas marinas. En el interior podemos tener cerca canteras y otros depósitos naturales de harinas de rocas, los elementos minerales raros que estas poseen son muy beneficiosos para el correcto desarrollo de nuestras plantas. Si no hay cantera, una buena maceta y un buen brazo pueden reducir a harina cualquier piedra.

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Si pensáis que tanto aporte al suelo resulta excesivo y que ya nada más se puede añadir, entonces es que aún no me conocéis. ¡Falta la magia! Radiestesia, reiki, feng-shui, gemoterapia… si nuestra intención es sanar el suelo por que no probar con las terapias alternativas, son muy efectivas. Un chorro de agua bendita en el riego o una buena sesión de musicoterapia con cuencos tibetanos o con los Beatles. Seamos curanderos de nuestro propio suelo. Os aseguro que la danza de la lluvia no es ningún cuento.
Esa finísima capa que compone el suelo nos da la vida cada día y un día llegará en que acoja nuestra muerte. El que la vida que alberga prospere pasa por la decisión humana de respetarlo, como se ha de respetar a todo aquello capaz de engendrar y mantener la vida: como algo sagrado.

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Somos unos inconscientes. Creemos merecer todo cuanto tenemos y cada día queremos más: tecnología, velocidad, comunicaciones, transportes… trabajamos, fabricamos, vendemos, compramos… malgastamos; y solemos olvidar que, entre todas estas actividades… comemos.
Quizás agradecer la comida sea la primera y esencial medida que nos salve. Todos, y al decir todos me refiero a todos y cada uno de nosotros (y aquí, especialmente, me refiero a ti, que ahora lees estas líneas) debemos decidir: si hacemos algún cambio, por poco que sea, o no.
Dicho todo esto (que no es poco), Permacultor Celtíbero quiere agradecerte la atención dedicada y el tiempo que has dedicado a leer este apartado. Muchas gracias a todos los que no se quedan solo en las palabras.
Y, por supuesto, gracias a ti Madre Tierra que a cada segundo nos das la vida.

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