Conozco La Granja de Masphaël desde hace 8 años. En aquella ocasión colaboré con ellos durante unos seis meses y fue durante aquella experiencia en la que decidí comenzar a escribir un blog sobre permacultura. Cómo construir un bancal elevado con palets, mi primer post, surgió en Masphaël. Desde 2013 trabajan cada día, creando un pequeño edén. Una familia y un proyecto que continúan y al que se van sumando nuevos retoños, flores de una nueva primavera.
El espacio se encuentra a las afueras de Alicante, en la partida El Bacarot. Hace años, la escuela de este pueblecito luchaba contra la clausura, por mantener a los pocos niños del pueblo. Una propuesta nació desde Masphaël: dar un día de clase en la granja. Hoy, la escuela tiene lista de espera. Recuerdo a aquellos niños llegar gritando por la calle, jugando admirados entre los burros o cavando un hoyo con las azadas a pocos centímetros de sus cabezas. Aquellos niños me enseñaron algunas cosas; a confiar, por ejemplo.
Las gentes de esta ciudad pueden sentirse afortunadas de contar en su cercanía con un proyecto de permacultura tan respetuoso y concienciado con las necesidades urbanas. Desde su inicio, La Granja de Masphaël colaboró con diversos colectivos de Alicante, grupos de consumo, asociaciones… tuvieron siempre aquí espacio y apoyo a sus propuestas. En estos últimos años la finca ha vivido la revolución de los huertos urbanos, y por doquier se suceden las parcelitas que los alicantinos y alicantinas cultivan con dedicación, cuidado y paciencia. Aquí cuentan con agua, un entorno ecológico, que en su diseño atrae biodiversidad y genera un microclima propio, una energía especial, ayuda y asesoramiento, no solo por parte de la familia sino también de la bella comunidad de expertos hortícolas que poco a poco se va creando. Aquí se respira de un ambiente sano.
Y es que la terapia natural y la Naturaleza como sistema de salud es el eje desde el cual se mueven las actividades que la granja ofrece. Siguiendo los principios de la permacultura, integran la terapia más sencilla y natural con la que el cuerpo, mente y espíritu se pueden nutrir: convivir con las plantas y animales.
Su pequeña manada de burros conforma la cuadrilla más pícara, divertida y entrañable de la contorna. Pancho, Cortés o Sebastián son algunos de estos rebeldes y adorables animales, que con su particular etología, movimiento, formas y atención, nos pueden ayudar a conocer mejor nuestros propios movimientos, formas y atenciones. En ello se basa la «asionoterapia«, la terapia asistida con burros, que como animal social -y más humano que algunos- apoya en procesos terapeuticos para que personas con movilidad reducida, ancianos o niños con diversidad funcional mejoren en su estado de salud y bienestar.
La «hortoterapia«, terapia con huertos y jardines, completa el paquete de píldoras naturales. Y es que tan solo un paseo por el complejo resulta ya reparador. A la sombra de sus árboles se respira paz. Por sus caminos puede uno perderse y abstraerse del mundo y del pensamiento, en la contemplación de flores y plantas, en los aromas, en el canto de pájaros e insectos. Y es que la horticultura ayuda a mover el cuerpo y respirar conscientemente, a desarrollar el normal respeto por las formas de la naturaleza, que nos alimentan cada día, por dentro y por fuera. Una práctica que cierra el vínculo entre nosotros y nuestra tierra, entre nuestras necesidades y sus dones.
Como en su «Jardín de Crasas» un cuadro natural, una preciosa estampa creada para deleite de la vista. Con decenas de especies de cactus y crasas formando un espacio armónico en el que relajarse y contemplar. O en el «Jardín de los Sentidos» en donde un paseo ‘todoterreno’ nos invita a descalzarnos y vivir la experiencia de sentir nuestros pies. Aquí las plantas nos sorprenden con sabores que van del ácido al salado, aromas diversos, texturas sorprendentes y un sinfín de color.
De entre sus árboles no solo veréis aparecer burros y hortelanos, la Granja de Masphaël guarda muchos más secretos. Animales de lo más variopinto conviven entre sus frutales. Como centro miembro de ACUDE, representa un santuario para la biodiversidad, en donde se acogen y protegen especies en peligro, tanto salvajes que eligen parar aquí, como domésticas que son rescatadas de personas menos conscientes. Enjambres de abejas, erizos y gallinas, podrás ver paseando hasta una emú: Clotilde. Este animal oriundo de Australia que la familia rescató hace unos años da un aire más exótico y extraño aún si cabe a este mágico lugar.
De aquí salen alcachofas y granadas, tomates y salvia, una producción humilde de un excelente aceite de oliva, un novísimo cultivo de setas, enjambres y rica miel. La apicultura natural es otro de sus puntos fuertes, siendo promovidos por la familia Masphaël multitud de talleres y charlas sobre la importancia que las abejas tienen en el entorno y la producción agrícola, y el deplorable estado en que sus poblaciones viven hoy en día. Un drama que no debemos olvidar y que en la granja recuerdan siempre gracias a su «Casa de las abejas«, un espacio didáctico sobre las abejas, su pequeño pequeño y su relación con la humanidad. Museo a la vez que colmena, me alegró participar en su construcción, así como en la recolección de enjambres y en las tareas de apicultor que aún añoro.
Definitivamente no tengo espacio aquí para enumerar los motivos por los que agradecer a la familia Masphël su trabajo, dedicación y compromiso a la hora de ayudar a construir una sociedad mejor, concienciar de los problemas medioambientales y de las soluciones que podemos darles. La clave de su éxito es sencilla: cada mañana abren sus puertas y dan de comer a sus animales, con cariño. Y esto es sin duda con lo que me quedo, con que sus puertas siempre están abiertas, lo que me permite poder visitarlos sin avisar. Así como abiertos están siempre sus corazones, lo que permite a quienes los visitan sentirse como en casa.
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