El biochar es básicamente carbón vegetal triturado. Se utiliza para mejorar los sutratos, abonos y enriquecer el suelo en general, siendo un aporte de carbono en estado puro. Lo interesante del biochar son lo microporos que se forman entre la estructura de carbón una vez que la madera queda completamente calcinada. Estos microporos son ideales para que los colonicen los microorganismos del suelo otorgándoles un refugio y nicho ideal para sobrevivir y reproducirse en grandes cantidades aumentando y afianzando así la biodiversidad microbiológica del suelo.
Además es una forma magnífica de sustraer carbono atmosférico y enterrarlo de nuevo en el suelo, con lo que reducimos los efectos del cambio climático. Y el método que os explico hoy es además completamente pasivo, ya que no quemamos directamente la madera para obtener biochar, como se suele hacer; sino que aprovechamos el fuego de la estufa de casa para elaborarlo.
Lo único que necesitamos es:
- Una estufa de leña
- Madera (aquí lo hare con cáscara de almendra pero pueden ser ramitas, bituras, serrín, etc)
- Dos latas metálicas (una de ellas debe ser más pequeña que la otra)
Veréis que fácil:
Cogemos la lata más pequeña (esta era un bote para lápices o algo así, si no recuerdo mal) y la llenamos hasta los topes de cáscaras de almendra (que ya no se que hacer con ellas). Le damos unos golpes para que se asienten y quepan todas las que podamos.
Luego colocamos sobre la lata pequeña la lata más grande (esta creo que era de piña en almibar) de modo que la pequeña quede dentro y la grande le sirva de tapa.
En definitiva este sistema podría sustituirse por cualquiera que reproduzca una caja completamente cerrada que se pueda calentar cientos de grados pero que no permita la entrada de oxígeno al interior. Cualquier caja metálica cerrada serviría.
Colocamos las latas en el fondo de la estufa. Yo las pongo sobre medio ladrillo refractario. y a continuación enciendo la estufa como en cualquier otra fría noche de invierno. Podeís verlas calentarse entre las llamas, al fondo. Permitidme además que farde un poco sobre la multifuncionalidad de mi estufa, y es que además de fábrica de biochar también sirve para secar plantas medicinales (gracias a una caña de la que puedo colgar cestitias) y mantener templaditos los fermentos y bebidas simbióticas (que están en un cajón a su lado). Esa caña también me sirve para calentar los calcetines antes de irme a acostar.
Al día siguiente, cuando limpio y preparo de nuevo la estufa tan solo cojo la lata pequeña, la bajo al huerto y vuelco su contenido en un montón que tengo en la huerta, junta a la salvia. Y la vuelvo a llenar hasta los topes de cascaras de almendra. Así durante todo el invierno.
Aquí os muestro también como se puede hacer con trocitos de sarmientos. Lo único es que la cantidad de biochar que obtenemos es bastante menor, no obstante para ciertos usos es mejor la madera dura. Astillas de encina por ejemplo serían ideales para hacer carbón activo para un filtro de agua potable.
Luego de formar un buen montón (lo cual lleva varios meses) lo extiendo en el suelo y lo machaco con la ayuda de esta herramienta especializada: el mismo tarugo sobre el que parto las almendras. Una vez lo tenego bien triturado lo que hago es que lo pongo en un cubo con agua y un buen chorro de microorganismos efectivos. Tras unos días lo extiendo al sol para que se seque y lo guardo. Podremos luego emplearlo en la fabricación de nuestros compost, bocashis o añadirlo directamente al suelo.
Si quisieramos transformar este biochar (que esta todo bruto) en carbón activo (un carbón con un mayor número de microporos) el proceso sería el siguiente: como ya he dicho usaríamos madera más dura como la encina o el castaño, lo ideal sería triturarlo mucho más con ayuda de un mortero hasta dejarlo como una harina fina, luego lo sumergimos en agua y retiramos cualquier impureza que flote, lo secamos al sol, lo sumergimos de nuevo en una mezcla de agua y alcohol (esto limpiará de impurezas los poros del carbón), de nuevo volvemos a estenderlo al sol para secarlo, repetimos de nuevo sumergiendolo otra vez en agua con zumo de límón (dos partes de agua y una de limón lo dejará aún mucho más limpio de impurezas y abrirá los poros), lo secamos de nuevo al sol y lo guardamos en un tarro de cristal muy bien seco.
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