Parece como si hoy en día todos estuviésemos constantemente batallando una lucha por ser los mejores. Nuestra sociedad nos insta constantemente a competir por ser alguien. Y aparentemente, el modo de demostrar quienes somos y el poder que ostentamos es a través de lo que poseemos. Nuestros bienes materiales. Aquello que podemos mostrar y de lo que podemos alardear (mi coche, mi teléfono, mi casa… …ET).
¡Bien! Y tras la broma retro, una sugerencia musical para que escuches mientras lees este post: «Scale Dwon» de Rising Appalachia.
Para mi no es ninguna desgracia el afirmar: «Más tienes, más vales». Creo que es mucho lo que se puede poseer, mucho más allá de lo material. Creo en el alma humana y creo que en nuestro mundo existen almas grandes (aunque todas, no nos quepa duda, pueden seguir creciendo).
Pero no quisiera ir tan lejos ni ponerme tan metafísico. De momento bastará con una simple teoría: cuantos más bienes tiene una persona, mayor es la carencia de esta a la hora de tener que resolver los problemas sin recurrir a aquello que posee. Esto es obvio ¿no? Si tengo una calculadora que me ayuda a calcular, mis habilidades en cálculo serán menores que quien no la tiene.
Sí, vale, quizás una persona con muchos libros tenga más conocimientos que quien tiene menos, pero no dependerá de la cantidad de libros que una halla podido adquirir, sino de la aptitud. Cuando una persona anhela y desea conocimiento, lo consigue.
Nuestra mente es una inmensa y palaciega cámara de caudales en la que podemos almacenar los bienes más preciados. Memoria. Lógica. Creatividad. Inspiración. Deducción. Resolución. Inteligencia. Imaginación.
Todo ello y mucho más puede entrar dentro de nuestra mente. Todas estas aptitudes pueden engrandecernos, servirnos, ayudarnos a servir a otras, facilitarnos la vida. Y lo más maravilloso e importante: todos los bienes que alberga nuestra cabeza son portables, imperecederos y actualizables. Todas aquellas habilidades mentales que cultivemos y mantengamos estarán ahí para siempre, nos acompañarán allá donde vayamos y nunca quedarán obsoletas sino que seremos nosotras mismas quienes las pongamos a prueba y revisemos constantemente para hacerlas más útiles, veraces o acordes a los tiempos que corran.
Nuestra memoria es un bien preciosísimo al que cada vez damos menor importancia. La memoria no se pierde por que sí. Es un músculo mental que debemos ejercitar a diario. Cuando te tumbes en la cama, al final del día, recuerda instante a instante todo lo que te ha ocurrido hoy y no trates de olvidar los malos momentos, prométete hacerlo mejor la próxima vez. Tu memoria se mantendrá mucho mejor y por siempre. Intenta calcular antes de acudir a la calculadora (aunque luego la uses para comprobar tu resultado). El pensamiento lógico y deductivo conforma una región de nuestro cerebro que se atrofiará si dejamos de usarla.
Imagina y sé creativa. La mitad derecha de nuestro cerebro es nuestro lado creativo. Usémoslo más, seamos un poco menos lógicas, un poco menos analíticas y no le neguemos al mundo nuestro lado artístico.
La tecnología esta bien, nos ofrece gran comodidad; pero lo cómodo en exceso nos hará vagas, débiles e incapaces. La vida es dura y saber resolver los problemas por nosotras mismas nos hará fuertes y resilientes. Y no debemos olvidar que todo este valor inmaterial, que llevamos con nosotras, debemos cuidarlo y fortalecerlo constantemente, creer en él y ser capaces de elegirlo libremente. Todo cuanto sabes esta dentro de ti, no en un papel que dice «Titulada en…». Solo la mente íntegra y consciente posee la sabiduría; el ego solo afirma tenerla.
Hemos hablado hasta aquí del valor que debemos dar a lo mental; no quisiera olvidarme de la otra gran virtud inmaterial del ser: lo emocional.
Todas sentimos. Todas tenemos un corazón latiendo constantemente al ritmo que marcan nuestras emociones. Y existe una parte de nosotras que es capaz de controlar este ritmo. Deprisa o despacio. Puedes tomar aire y lanzarte o exhalar profundo, calmarte y observar de nuevo la situación. Y recuerda: las emociones no van solas, sino que una lleva a otra, nos las podemos lanzar, almacenar, agrandar o reducir, e incluso hacer que exploten. Y por su fuera poco, a la mente le encanta jugar con ellas (las hará desbocar, de hecho, si no la controlas).
Sí, de todas las aptitudes inmateriales que podemos llevar con nosotras probablemente será la inteligencia emocional la más valiosa. Trabájala, promuévela, cuídala. Relaciónate en base al amor. Cuida y sana tus emociones. Observar y comprender las tuyas y saber acoger sin juicio las de las demás será la gota que hará colmar el vaso de nuestra felicidad.
Y por último, pero no menos importante, no olvides que además de un cuerpo mental y un cuerpo emocional, también tienes y cuerpo físico al que debes cuidar. Este es el bien material que ha de imperar por encima de todo cuanto poseamos, pues es recipiente que alberga todo lo demás. Si falla, el pensamiento se nos va perdiendo, la emoción se vuelve turbia.
¡Mueve tu cuerpo!
Por desgracia, la movilidad actual, se mide en caballos de vapor (impulsados por petroleo), kilómetros por hora y plazas de aparcamiento. Algunas dedican más tiempo a cuidar de su coche que a cuidar de su cuerpo. Hazlo por ti. Deja el coche si puedes ir caminando. Olvídate del gimnasio, busca un huerto, realiza algún trabajo físico con tu cuerpo que aporte algo a las demás. Pasea, corre, ve en bici, visita la naturaleza, respírala, llena tu cuerpo con su frescor… compara tus pensamientos con su sencillez, equilibra tus emociones con su ritmo.